El espacio público es un lugar de naturaleza diversa, constituido por elementos significantes (desde monumentos cubiertos de estatuas, relieves, murales, etcétera, hasta pequeños detalles en las fachadas de edificios o en el mobiliario urbano) con mensajes que conciernen a la experiencia personal y a la memoria colectiva. Es un lugar de comunicación y de convivencia, pero también un espacio de celebración y ritual. Para la antropología, los elementos del espacio público no son puntos en el mapa, nódulos de conexión en nuestros desplazamientos, sino señales cargadas de sentido que crean el imaginario compartido con los demás.
Marc Augé reflexionó sobre la identidad del individuo según su relación con los lugares y en contraposición con los no lugares. La dualidad conceptual del binomio lugar y no lugar constituye, para este célebre antropólogo francés, la clave para descifrar el sentido social del espacio público, es decir, su capacidad de acoger, suscitar y simbolizar las relaciones entre los individuos y de cada uno de ellos con la memoria de todos.
El lugar es un espacio donde se puede leer algo sobre la identidad colectiva y sobre la relación de los individuos con dicha identidad. Por lo tanto, en este sentido, el lugar no es una entidad física sino que debe entenderse como una construcción simbólica. Dicho de otro modo, el lugar es un espacio retórico con códigos que podemos leer, interpretar y compartir.